El cochayuyo chileno, recientemente destacado en The Clinic, surge como una fuente nutricional con gran potencial para combatir la inseguridad alimentaria global. En esta línea, el Centro de Biotecnología y Bioingeniería (CeBiB) está desarrollando investigaciones que aprovechan las propiedades de las algas con el fin de mejorar su aplicación alimentaria y su valor nutricional.
Catalina Landeta, investigadora postdoctoral en Ciencias de la Ingeniería de CeBiB, ha liderado proyectos de proteínas sostenibles con el propósito de transformar el sistema alimentario frente a los desafíos ambientales y demográficos actuales. La investigadora, cofundadora de Mycoseaweed Tech, ha desarrollado un superalimento que fusiona algas y hongos para obtener una proteína probiótica, con un perfil completo de aminoácidos y sabor neutro. Esta tecnología, de bajo impacto ambiental, representa una alternativa prometedora frente a la proteína animal.
El producto, que combina lo mejor de los hongos y las algas, supera las barreras tradicionales de sabor y textura del cochayuyo, proporcionando un alimento de alto valor nutricional sin requerir aditivos ni pretratamientos químicos. Además, el proceso implica un bajo consumo de recursos como agua y tierra cultivable, reduciendo significativamente la huella de carbono.
CeBiB, a la vanguardia de la biotecnología basada en algas, también resalta con el proyecto liderado por María Elena Lienqueo, PhD en Ingeniería Química e investigadora principal del Centro. Junto a su equipo ha trabajado en el desarrollo de nuevos ingredientes para la alimentación para peces, basándose también en algas pardas, verdes y hongos terrestres. Estos alimentos son ricos en aminoácidos que complementan la harina de soya, como la metionina, y presentan alta digestibilidad.
“Desde CeBiB continuamos explorando las extraordinarias potencialidades de las algas, dado que además de poder utilizarse para generar estos nuevos alimentos tienen otros compuestos de alto valor que pueden extraerse previamente, como son compuestos fenólicos, varios tipos de proteínas, lípidos y pigmentos, además de diferentes polisacáridos”, explica la Dra. Lienqueo. “En esta línea ya hemos desarrollado algunos procesos que han sido patentados para la extracción de polifenoles que pueden ser utilizados en alimentación de peces”, concluye la investigadora principal del Centro.
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